Una carta olvidada.

A Kimi. Dios de la muerte Maya.

Esto es un trabajo antiguo, aun no tenia blog y nadie me alentaba a escribir, solo lo hacía en mis ratos libres, ojala les agrade.

Aun el hielo no se derrite en esta pequeña parte del momento del día, los augurios son extraños y el perfume etéreo de la sensación adultera que abunda en el diseña de las ideas abstractas y sin sentido alguno, onda secuencial que solo puede llegar a sentir un idealismo en forma muy rápida, tal vez sea un pensamiento atrapado en un surrealismo tan profundo que sería el octeto que abunda en el mundo de tus ojos, donde la sensación de perdición e inmundicia existe y seguirá creciendo, parte fundamental de la sesión de esta tarde, mañana y noche.
Ilusionismo que forma parte de la exacta terminación de las cosas.

II

Esperare a que la noche caiga y el perfume de tu boca se pose en mis labios, esa boca espectacular que merece un desahogo profundo, desde que la vi algo sucedió, ese algo fue un deseo despistado que no deseaba un camino correcto, esos ojos de color que son reales y no ficticios, aquellos que he esperado por tanto tiempo, aquellos que el verano me regalara, aunque a veces creo que la desdicha empieza con un deseo instintivo del cual emergen ideas escurridizas, al tomarlas apareces tu amor mío, aquel momento en desacuerdo que llena mi mente con ridículas ideas de poderío, misterio y silencio, agudeza y un sinfín de ideas sometidas hacia lo distante.

III

Escucha el pálido recuerdo de esa voz que te decía palabras de dulzura, aquella noche de ensueño, presiento la delicadeza del mar, cada que te veo.

Despierta que aún no sale el sol, cuando abras los ojos recuerda que el sonido del viento que recorre tus oídos y augura el presagio de las aves de la mañana, recorro tu cuerpo con mis labios y descubro cada pequeña parte de tu cuerpo desnudo y en reposo, después tendremos el sentido pesado, para un día poder morir lentamente y desperdiciar la osadía de esa pesadez de un cuerpo tan sigiloso que decide ser tan especial en una odisea de la noche.

IV

Tan triste esta noche que podría pensar en la agudeza de las cosas, no dan para más y que el caminar con los ojos vendados no es especialmente un don primario, la gente observa que el posicionamiento de las estrellas es ilógico y que el sonido de aquel rítmico instrumento solo es un poco aburrido y que a veces el diseño de las cosas no es más que un poco absurdo que no aporta ni decide nada en este pequeño infierno, detallado y sumergido a excremento de ángeles, que reluce y produce un fétido olor que abunda en el aire.

Desde aquel pequeño barco reluce la idea de poder surcar el cielo y tratar de surcar las olas sin despertar cerca de aquel planeta a escala que es la mente y que decide seguir un camino que planea absorber el aire, discute el paraíso elocuente que opera y diseña algún pensamiento de locura, desengaño y que no prohíbe lo absurdo.

Recortado de la serie: Frank Mont Blanc y los apuntes del 2006.