Noche estrellada, Vincent Van Gogh. |
Es eso en lo que mi mente se entretiene, en la duda, en crear mundos irreales en los cuales no puedo ni debo concentrarme. Mientras estoy aquí, sentado en mi sala, escribiendo el texto de este día.
Me siento melancólico, tal vez sea la melancolía que tiene cita a las 6 de la tarde, mientras mis ideas se despedazan y mi alma sigue en ese mismo estado; quisiera creer en mí mismo, pero sé que debo organizarme bien.
Te espere tanto tiempo y jamás volviste como habíamos quedado, mi numero de teléfono se quedo apuntado en tu libreta de hojas de reciclado, y mi amor se quedo colgado como tu palabra.
Llegaste sola, halagando mi mundo y te apartaste solitaria.
Me quede pensando en todo eso que habíamos hablado, en todo lo que te dije y se fue a la basura.
Eras mi ángel protector, habías caído de la nube de la alegría y mi mundo había dado un giro espectacular.
Pero como todo te has alejado lentamente, sin dolor, sin sufrimiento, solo con este recuerdo.
Ahora solo sigo como antes, vago en la libertad de las palabras indiferentes a un mundo equivoco como en el que yo vivo, en donde lo malo es lo bueno y lo bueno es lo malo.
Me dedicare a buscar eso que no tengo, eso que había dado por muerto con tu llegada, sin mas preámbulos me uno a brindar por ti, mientras esta trago amargo pasa por mi garganta, dándome un momento más de placenteridad. Placenteridad que se esfuma y no regresa. Porque esperar un regreso, solo sería el tuyo.
Dolientes ensangrentados sufren idilios en las avenidas de sus vidas, dejando todo aparte por continuar, por ser y dar todo eso que guardan dentro de sí mismos. Hemos venido a declararle la muerte a la frialdad y continuar con eso con lo que no se juega, con lo que no se toca con las manos sucias, con eso, con el amor esponjado.
Especialidad de amante efímero, mis gotas de sudor al estar en aquella posición, se ha vuelto un arma de dos filos.
Desde tu partida la continuación ha sido lenta, ha marcado mi corazón.
Pero no hay razón para olvidar que la vida es alegría y felicidad y que debo continuar con mi página.
Parado desde aquí, desde este lugar, un cabaret, me doy cuenta en donde comencé a darme cuenta de este amor, de este que yo menciono, fugaz y con caducidad. Ahora solo se que debo alzar mi copa hacia la desdicha y continuidad de las cosas.
Adiós Nicanor, adiós carita de arroz, adiós alma mía, te dejo dónde estabas, donde tu imaginación no te dejo escapar.
Recortado de la serie: Frank Mont Blanc y sus emociones torcidas.